«Dos palabras, no más, amados compañeros para describiros a grandes trazos el objeto de esta reunión familiar que hoy celebramos, presididos por nuestros Superiores.
La primera idea que en estos momentos se me ocurre es lo de aquel pasaje del Evangelio en que Nuestro Señor, conversando con sus Apóstoles les dijo: “Es mucha la mies…, es decir son muchos los pueblos habitados por hijos de Dios y, como nosotros, redimidos con su preciosa Sangre, son muchos los pueblos que están sentados en las sombras del paganismo y de la idolatría, son muchos los pueblos, en una palabra, que no conocen el Evangelio y son pocos, muy pocos, los que trabajan para que lo conozcan.
Debemos pues rogar al Señor de la mies, para que envíe misioneros que trabajen por la conversión de esos desgraciados. Esto lo preceptúa a todos los católicos nuestro Pontífice felizmente reinante Pío Xl, que por su actividad y labor admirable realizada desde el comienzo de su Pontificado en beneficio de tan Santa obra ha merecido que se le honre con el glorioso dictado de “El Papa de las Misiones”, quien en su inmortal encíclica “ Rerum Ecclesia” después de afirmar que quien tiene en el mundo las veces de Jesús, faltaría a una de sus más graves ocupaciones si no procurase con todo empeño ganar y atraer a Cristo las ovejas aun separadas, escribe:” Por lo que a Nos se refiere, bien habéis visto, Venerables Hermanos, desde los comienzos de nuestro Pontificado lo resuelto que nos hallábamos a no dejar piedra por mover para facilitar a todos los pueblos infieles el único camino de la salvación, poniendo en contacto a la infidelidad con la verdad evangélica hecha cada día más asequible por medio de los mensajeros apostólicos.”
Pero de una manera muy particular lo preceptúa a nosotros a fuer de seminaristas y españoles.
Como seminaristas porque estamos destinados a ser luz y faro esplendente que guíe a los hombres desde la noche obscura y lóbrega de la ignorancia, al claro y espléndido día de la verdad.
Como españoles, ya que el celo evangelizador de España se encuentra en todas las epopeyas de nuestra Historia, pero muy particularmente en la colonización de América y Filipinas, pues esta se caracteriza precisamente por ese anhelo de alta espiritualidad que no faltó nunca ni entre los excesos lamentables de las correrías aventureras.
Cooperemos pues, a tan santa y laudable obra y si alguno de nosotros desfallezcamos, antes al contrario, sigamos adelante guiados por la Cruz de Cristo.
Dichoso una y mil veces aquél que siguiendo el ejemplo de tantos y tantos hijos de Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Juan de Dios, Antonio Claret, y tantos otros que sería prolijo enumerar, que al final de sus días pueda decir como Nuestro Señor al final de su carrera mortal en esta vida :” Pater, opus consumavit quod dedisti nihi ut faciam”.
Si no es así, al menos prestemos generosamente el óbolo de nuestras súplicas y oraciones, limosnas y trabajos.”Rogate ergo dominum messis ut mittat operarios in messem suam”
Oremos, pues, a Dios Nuestro Señor, que envíe misioneros que puedan evangelizar todo el orbe y reconcentrarlo en el redil de Cristo, guiados siempre por esta divisa: “Est cognos can te fe solum Deum vecum et quem missisti Jesum Christum”
He dicho.
Para ver el documento original manuscrito por el Padre Ángel haz clik en el enlace de abajo: