El mártir, testigo de la Fe

Por Francisco del Campo Real

EL MARTIR, TESTIGO DE LA FE 

     En muchos ambientes de nuestro tiempo, molesta tanto la memoria de los mártires como el recuerdo de los pobres. Como si el lema de esta hora fuera: ni mártires ni santos, simplemente hombres y mujeres. Uno de los más vivos deseos del Santo Padre Juan Pablo II con miras al Gran Jubileo del año 2000, expresado en su Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente se dirigió a consolidar la memoria de quienes dieron su vida a causa de la fe a lo largo del siglo XX, hecho que no sólo debía constatar que la Iglesia ha vuelto a ser Iglesia de mártires, sino que estaba llamado a tener gran resonancia ecuménica. Lo expresaba de este modo:

     «En nuestro siglo han vuelto los mártires, con frecuencia desconocidos, casi militi ignoti (soldados desconocidos) de la gran causa de Dios. En la medida de lo posible no deben perderse en la Iglesia sus testimonios. Es preciso que las Iglesias locales hagan todo lo posible por no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio, recogiendo para ello la documentación necesaria. Esto ha de tener un sentido y una elocuencia ecuménica. El ecumenismo de los santos, de los mártires, es tal vez, el más convincente. La communio sanctorum habla con una voz más fuerte que los elementos de división» (n. 37). El Papa proclamaba con más fuerza lo declarado por él ya en otras ocasiones, como en la Encíclica «Veritatis Splendor» n. 90-94), donde subraya que los mártires marcan el paso de la vida de la Iglesia.

     Mártir no significa originariamente persona o realidad destrozada. Mártir  es testigo fiel, fiable, seguro. El vocabulario cristiano ha ido precisando su  significado en los dos primeros siglos de nuestra era. Siguiendo a Jesucristo,  que los amó primero, se calcula que alrededor de un ‘millón de cristianos murieron por la fe durante los tres primeros siglos del cristianismo. Y en esta muerte, ellos entendían que se iniciaba su vida plena con Dios.

Casi dos mil años más tarde, hoy, la catequesis eclesial afirma: El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza (Catecismo de la Iglesia Católica).

     El mártir asume morir por el Señor, morir en el Señor. Entra por “la puerta estrecha” : acepta que Dios reine en él y que le haga vivir misteriosamente en el paso de la muerte sufrida por el odio a la fe. El martirio aparece a los ojos de la fe como una obra maravillosa de Dios: por la fe, Jesucristo vive realmente en el cristiano y su mismo Espíritu le sostiene, le hace pasar del miedo humano a la confianza segura y al deseo amoroso de ver a Dios. 

BEATIFICACIÓN

Por Francisco del Campo Real

La declaración de santidad es tan antigua como la misma Iglesia.

La Iglesia es santa porque todos sus miembros están llamados a la santidad y no puede dejar de reconocer la santidad de, al menos, algunos de sus miembros.

     En los primeros siglos, esta declaración de santidad se hacía de una manera sencilla respecto a los confesores y a las vírgenes. Brotaba del sentido de la fe del pueblo, de la “vox populi”, que luego era aceptada por los jerarcas de la Iglesia. Los primeros papas y los cristianos que murieron víctimas de las persecuciones que los emperadores romanos desencadenaron contra ellos, hasta principios del siglo IV, fueron reconocidos así como mártires. 

     El Concilio Vaticano II explica esta actuación de la Iglesia: “Siempre creyó la Iglesia que los apóstoles y mártires de Cristo, por haber dado el supremo testimonio de fe y de caridad con el derramamiento de su sangre, están más íntimamente unidos  en Cristo; les profesó especial veneración junto con la Bienaventurada Virgen y los santos ángeles e imploró piadosamente el auxilio de su intercesión. A éstos pronto fueron agregados también quienes habían imitado más de cerca la virginidad y la pobreza de Cristo y, finalmente, todos los demás cuyo preclaro ejercicio de virtudes cristianas y cuyos carismas divinos los hacían recomendables a la piadosa devoción e imitación de los fieles” (Lumen Gentium, n.50). 

     Con el paso del tiempo ha evolucionado el proceso para la declaración de santidad. A partir del siglo X se pedía con frecuencia la aprobación del Papa, y desde el siglo XIII se reservó exclusivamente a él. Los papas Urbano VIII y, sobre todo, Benedicto XIV, en el siglo XVIII, establecieron las normas que han de seguirse en las dos fases de que consta la declaración de santidad: la beatificación y la canonización, ambas reservadas al Romano Pontífice. 

     Las normas actualmente vigentes para las causas de canonización de los siervos de Dios están contenidas en una ley pontificia peculiar (can. 1403), promulgada por el papa Juan Pablo II el mismo día de la promulgación del nuevo Código de Derecho Canónico (25-1-1983). 

      No es éste el lugar para describir en profundidad el proceso que se sigue en esas causas. Pero me parece oportuno dedicar al menos unas líneas a la explicación de dos nociones que a menudo intervienen en la vida cristiana, especialmente en lo que se refiere a la piedad hacia nuestros hermanos que nos han precedido: la beatificación, la canonización y las consecuencias que éstas entrañan para la vida de cada uno de nosotros. 

      La beatificación es una primera respuesta oficial y autorizada del Santo Padre a las personas que piden poder  venerar públicamente a un cristiano que consideran ejemplar, con la cual se les concede permiso para hacerlo. La fórmula del ritual para la beatificación,  en respuesta a la petición hecha por el Obispo de la diócesis que ha promovido el proceso, dice así: “Nos (plural mayestático: Yo, el Papa), acogiendo el deseo de nuestro hermano (el nombre del obispo que ha hablado), el de muchos otros hermanos en el episcopado, y de muchos fieles, después de haber consultado la Congregación para las Causas de los Santos, con nuestra Autoridad Apostólica concedemos la facultad de llamar “Beato” al siervo/a de Dios (el nombre), y que su fiesta pueda ser celebrada el día (día de la muerte), cada año, en los lugares y forma establecidos por el derecho”.

      La beatificación, pues, no impone nada a nadie en la Iglesia.  Pide, eso sí, el respeto que merece una decisión del Papa, y el que merece la piedad de los hermanos cristianos. Por esto la memoria de los beatos no se celebra universalmente en la Iglesia, sino solamente en los lugares donde hay motivo para hacerlo y se pide. Incluso en estos casos, excepto cuando se trata del fundador de una Congregación, o de un patrono, o de la  iglesia donde está enterrado, la memoria es siempre libre y no obligatoria, para respetar el carácter propio de la beatificación.

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Nuestros Mártires

TESTIMONIO COLECTIVO DE FIDELIDAD A IMITAR

Por Francisco del Campo Real 

     Los mártires forman parte del paisaje cristiano desde sus inicios. Ellos constituyen lo más preciado y fundante de la historia primitiva y de los siglos siguientes hasta nuestros días. Constituyen el ejemplo más representativo de la fidelidad y del testimonio de los creyentes. Nuestros altares se levantan sobre sus reliquias y nuestra apología los presenta con orgullo en sus primera páginas.

      Es verdad que, a menudo, el martirio puede parecer ambiguo por alguna de sus partes. Resulta claro que los mártires mueren por confesar a Cristo o por no renegar de él, pero no siempre  nos  son tan evidentes las motivaciones de los verdugos. El odio a Dios, presente en la definición del martirio, admite variantes, aunque no siempre son contrapuestas,  ya que la incomprensión del elemento religioso está casi siempre presente.

      Naturalmente, la glorificación posterior del mártir suscita el rechazo de quienes se sitúan al otro lado de la orilla. Ya la muerte de Cristo suscitó la llamada cuestión judía y otro tanto ha sucedido con los muchos mártires que en la historia han sido. Allí donde hay mártires ha habido verdugos y la celebración parece redundar en su desdoro. ¿Ha dejado alguna vez la comunidad creyente de venerar a sus testigos más cualificados por temor a desagradar o dificultar la reconciliación?, ¿No se trata más bien de un problema falso?

      Cuando se habla de persecución religiosa nos referimos a la que sufrió la Iglesia Católica en toda España, y en concreto en la diócesis de Ciudad Real, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 31 de marzo de 1939, en el contexto de la guerra civil, en el territorio republicano, llamado también zona roja. Se prescinde, por consiguiente, de las acciones represivas de tipo político y social de ambas zonas, porque estas no tuvieron carácter antirreligioso, aunque pusieron en evidencia la violencia de la lucha fratricida.

     Al hablar de víctimas no se alude a los caídos en operaciones militares ni a los asesinados por motivos políticos, sino a los que entregaron sus vidas por amor a Dios y sólo por este motivo.

      Por ello, se hablaba ya entonces de martirio y de mártires. Pero este apelativo sólo puede darse, de momento, a los que han recibido el reconocimiento oficial de la Iglesia. A todos los demás se les aplica de modo impropio. No todos los que entregaron sus vidas durante la persecución religiosa pueden llamarse mártires, ni todos los que han muerto por la fe han recibido el reconocimiento oficial del culto litúrgico, reservado solamente a los que han obtenido la sanción solemne de la Iglesia, tras un complejo proceso en el que se demuestra la existencia de los elementos teológicos esenciales del martirio: que la víctima sea cristiano, que muera “in odium fidei” (odio a la fe), que acepte las torturas y la muerte por amor a Dios y fidelidad a Cristo, virtudes que se manifiestan además en el perdón explícito a los asesinos y en la oración por ellos, a imitación de Cristo en la cruz. Para verificar estos datos, la Iglesia instruye un complejo proceso con severas normas que permiten recoger testimonios orales y escritos, todos ellos auténticos, hasta apurar la verdad de los hechos.

     Todos los caídos de la guerra y los que sufrieron la represión en ambos bandos por la defensa de unos ideales políticos y sociales merecen el máximo respeto y son recordados como héroes y modelos a imitar por quienes siguen semejantes ideologías, pero no deben ser equiparados a quienes dieron sus vidas por motivos exclusivamente religiosos, es decir, sólo por amor a Dios.

      No cabe duda de que quienes murieron en los años de la Guerra Civil por su condición religiosa fueron mártires en el sentido más tradicional del término. Murieron exclusivamente por ser sacerdotes o religiosos o laicos comprometidos. No murieron por sus culpas personales sino por lo que representaban. Si fuera necesario algunos ejemplos de nuestra diócesis de Ciudad Real, bastaría recordar los mártires beatificados por S.S. Juan Pablo II: Pasionistas de Daimiel,  Hermanos Hospitalarios de San Juan  de Dios de Moral de Calatrava, Marianistas de Ciudad Real; el sacerdote Operario, José Pascual Carda Saporta, (que fue Rector del Seminario de Ciudad  Real) y mártires beatificados en el Pontificado de Benedicto XVI  en la ceremonia celebrada en Roma el 28 de octubre de 2007 a la cabeza del Obispo de la Diócesis, Mon. D. Narciso Estenaga y Echevarría, los sacerdotes don Julio Melgar Salgado (secretario del Sr. Obispo), don Félix González Bustos, don Justo Arévalo Mora y don Pedro Buitrago Morales sacerdotes en Santa Cruz de Mudela; los Hermanos de las Escuelas Cristianas: Agapito León, Josafat Roque, Julio Alonso, Dámaso Luis y Ladislao Luis; y el seglar Álvaro Santos Cejudo, ferroviario, natural de Daimiel (Ciudad Real) etc. Muertos, unos en la flor de su juventud y otros en la plenitud de su vida, simplemente por su condición religiosa.

      Otra cosa mucho más compleja es intentar conocer las razones profundas de quienes los mataron. Muchas razones ideológicas, sociales, de miseria cultural, de odios ancestrales difícilmente clasificables han movido a lo largo de los siglos la mano de los hacedores de mártires. Otro tanto sucedió durante las persecuciones romanas. En realidad, al juzgar y venerar al mártir no se les juzga a ellos.

      En cuanto al caso español es calificado, por historiadores como Juan María Laboa, el más cruel de la historia del Cristianismo. La persecución que sufrió la Iglesia en el período de 1936-39 fue la más sangrienta de toda su historia. La Iglesia había soportado violencias en 1835, 1869 y 1909. En gran parte del territorio republicano bastaba, sobre todo en los primeros meses, que alguien fuera identificado como sacerdote o religioso para que se le ejecutara sin proceso alguno.

      Según Antonio Montero, autor de la  investigación más fiable –Historia de la persecución religiosa en España (1936 – 1939),- los ejecutados, citados por sus nombres, fueron 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas. Esta colosal matanza se produjo entre julio de 1936 y mayo de 1937, si bien una gran parte de estos asesinatos tuvo lugar durante los meses de agosto y septiembre de 1936.

     Por lo que respecta a Ciudad Real, estallada la guerra civil  el culto fue  prohibido definitivamente el 25 de julio, día en  que se celebraron las últimas misas en la diócesis y así permanecería durante 32 meses. Los  sacerdotes que regían  las parroquias fueron «invitados» a abandonarlas y aquéllos que no murieron, permanecieron escondidos  ante el gravísimo riesgo que corrían. Pero de una u otra forma todos fueron perseguidos: todos tuvieron que recluirse; muchos fueron encarcelados y recibieron   malos tratos de palabra y  de obra; algunos fueron juzgados por tribunales populares y recibieron  diversas condenas (trabajos forzados o desempeñar los más serviles). Y pronto comenzaron los asesinatos.

      El 21 de julio fue asesinado en la carretera de Alcázar a Campo de Criptana el cura de Santa Quiteria de Alcázar de San Juan, Antonio Martínez Jiménez; el 30 de noviembre lo sería en la provincia el último sacerdote diocesano, el párroco de La Solana, Aníbal Carranza Ruiz.

      Entre este breve periodo de tiempo  serían asesinados los  94 sacerdotes con el obispo al frente, Mons. Narciso de Estenaga. Éste fue hecho prisionero en su propio palacio, siendo vejado y amenazado de muerte los días 8- 9 de agosto; por último lo arrojaron de su casa acogiéndose en el domicilio del banquero D. Saturnino Sánchez Izquierdo, hasta que el 22 de agosto unos milicianos se lo llevaron junto a su capellán, don Julio y los fusilaron a ambos.

     Los asesinatos fueron especialmente intensos el mes de agosto (con 47 víctimas), aunque el terror se extendió hasta diciembre. Por lugares se sitúa a la cabeza Ciudad Real donde, en sus diferentes centros penitenciarios o en los alrededores fueron asesinados 19 sacerdotes procedente de diferentes puntos de la diócesis, además del obispo; le siguen 11 en Valdepeñas; 9 en Herencia; 9 también en Daimiel; 7 en Criptana;  6 en Manzanares, 6 en Membrilla. Pero no fue sólo en estos pueblos donde se produjeron asesinatos. En mayor o menor número se producirían en 21 pueblos más. Aunque también los hubo, generalmente se procuraba no asesinar al sacerdote propio donde había realizado su actividad, sino que se trasladaba a algún otro lugar más o menos lejano.

      El anonimato de las frías nos hablan de un total de 94 sacerdotes, incardinados o con actividad pastoral en la diócesis asesinados: además del obispo, 31 párrocos; 33 coadjutores, 12 adscritos, 12 capellanes, 4 canónigos, 4 beneficiados; 2 auxiliares de curia y 7 seminaristas. De los 7 seminaristas, dos serían martirizados en Santander. Los otros cinco seminaristas que también sitúa D. José Jiménez Manzanares en el martirologio de la diócesis murieron en el frente de batalla, de ahí que, propiamente, no formaron parte del martirologio.

      Si entonces había incardinados 234 sacerdotes, el número de víctimas ascendía a casi el 40 por ciento del clero. La misma intensidad persecutoria sufrió el clero regular en la diócesis del que murieron 112 religiosos. Y aunque sólo hubo una víctima entre ellas, sor Vicente (Francisca) Ibars Torres (Franciscana de la Purísima Concepción), tampoco se libraron de la persecución las comunidades religiosas femeninas. Con un número relativamente amplio, 607 religiosas de los diferentes institutos y congregaciones, no podían pasar desapercibidas en los pueblos donde desarrollaban su labor, casi todas de enseñanza, sanidad o beneficencia y fueron expulsadas.

     Junto a sus sacerdotes murieron también muchos seglares. Unos por ser familiares; otros por haberlos ayudado escondiéndolos en sus casas; muchos católicos por haberse significado en su condición de militantes de Acción Católica, Adoración Nocturna en los pueblos donde residían, por citar algunos pueblos: La Solana, Alcázar de San Juan, Santa Cruz de Mudela, Daimiel, Malagón, Membrilla, Manzanares, Valdepeñas, Villanueva de los Infantes, etc. Es de desear que se celebre en España una  beatificación conjunta de todos cuantos dieron su vida por coherencia con su fe, y que en esa celebración nuestra iglesia diocesana de solemnemente gracias a Dios por haber sido capaz de ofrecer ese testimonio colectivo de fidelidad.  

19 septiembre de 2017

Amigos del Siervo de Dios, el próximo jueves 21 de septiembre se
cumplirán 81 años de la muerte en martirio de Ángel Muñoz de Morales
Sánchez-Cano, Siervo de Dios Ángel de Almadén. Para ningún Amigo o devoto
puede quedar ese día sin recuerdo del testimonio dado en defensa de la fe.
Algunos Amigos nos han anunciado las Misas que han acordado se celebren en
memoria del Padre Ángel. En conjunto las Misas que se van a celebrar en los
lugares y horas  convenidos son las siguientes:

– Parroquia de Almadén a las 20,30 horas
– Parroquia de Santa María La Mayor, en Daimiel, 20.00 horas
– Parroquia de San Fernando, Madrid, en av/ Alberto Alcocer, 9, a las 19,00
horas.
– Iglesia Magistral Catedral de Alcalá de Henares (Madrid), a las 19.30
horas.
– Parroquia de San Carlos Borromeo, en Las Labores, Ciudad Real, a las
20.00 horas.
– Iglesia Catedral de Nuestra Señora Santa María del Prado, de Ciudad Real,
a las 10.30 horas.
– Parroquia de Santa María de Caná, de Pozuelo de Alarcón (Madrid) a las 20
horas.

Probablemente otras Misas y en otros lugares serán aplicadas por el Padre
Ángel, pero estas son las que nos han sido comunicadas y son las que
podemos anunciar.

– El sábado 23 de septiembre se celebrará en Almadén, la conmemoración de
la Asociación que todos los años se lleva a cabo el sábado más cercano al
día 21.

Estos son los actos que la Asociación ha preparado para honrar la
Conmemoración, todos ellos el mismo sábado:

– A las 11,30 horas , visita al Cementerio de Almadén para rezar una
Oración en la tumba donde están depositados los restos del Padre Ángel, así
como en las de sus familiares.

– A las doce se organizará una comitiva de coches para ir al Km 17 de la
carretera Almadén-Agudo para orar al pie de la Cruz que señala el lugar de
su fusilamiento.

– Por la tarde, a las 18,00 Asamblea General de la Asociación de Amigos del
Padre Ángel, reunión muy importante para acordar las nuevas directrices a
que nos obliga la consideración de nuestra Asociación como entidad pública
de fieles.

– A las 20,30 horas, Misa conmemorativa del 81 aniversario.

A todos, pero especialmente a los Amigos residentes en Almadén, os
esperamos en jornada tan especial.

Un cordial saludo a todos.

24 agosto 2017

El pasado día 21 se celebraron Misas en recuerdo y petición de gracias al Siervo de Dios Ángel de Almadén. Además de la habitual en la Parroquia de Almadén se celebró una en Daimiel Parroquia de Santa María la Mayor que fue oficiada por Don Domingo García-Muñoz Elipe, miembro de la Asociación, natural de Daimiel y Párroco de Guadalmez, en el Arciprestazgo de Almadén. Asistieron numerosos Amigos residentes en Daimiel.

También en ese día 21, y por una estancia ocasional de varios Amigos en San Vicente de la Barquera, Cantabria, se aplicó en memoria del Siervo de Dios  la Misa de ese día en el Santuario de la Virgen de la Barquera.  

La Asociación pretende que el ejemplo anterior cunda y que en cualquier circunstancia o lugar y sobre todo en las ciudades donde se sabe que hay un número notable de Amigos, se celebre una Eucaristía en memoria de nuestro Siervo de Dios.

Si se nos anuncian con antelación los lugares y las horas comunicaríamos a todos los Amigos esas celebraciones.

Un cordial saludo a todos.

20 agosto 2017

Como continuación a la comunicación de hace unos días, Ramón Campo que con su esposa Teresa Muñoz de Morales, sobrina de Ángel, el mártir Siervo de Dios, son cabeza en Daimiel de la Asociación de Amigos…, comunica que han dispuesto ya las Misas en memoria del Padre Ángel en Daimiel, para mañana 21 de agosto y para el próximo 21 de septiembre. Se celebrarán a las 8 y media de la tarde en la Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor. Una magnífica ocasión para que los Amigos residentes en Daimiel y su comarca se reúnan en esos días y rememoren el sacrificio martirial del Padre Ángel y pidan su intercesión para que preserve la fe de cuantos le seguimos y admiramos su testimonio.

Como todos sabéis Ángel nació en Daimiel y fue bautizado en la Iglesia Parroquial en la que ahora vamos a recordarle los días 21 de cada mes.

Un cordial saludo.

18 agosto 2017

Circular número 3

Queridos amigos, el próximo lunes es 21, una fecha en cada mes para recordar porque coincide con la que dio testimonio de su fe al aceptar el martirio el Siervo de Dos Ángel de Almadén. A partir del próximo mes de octubre nos proponemos que en los días 21 de cada mes se celebren Misas, además de la habitual en la Parroquia de Almadén , en Madrid y en Daimiel, en las Iglesias que oportunamente se anunciarán. La razón de esa decisión no es otra que la de mantener viva nuestra admiración y devoción al sacrificio que se ofreció el 21 de setiembre de 1936. Que se celebren Misas en Madrid y Daimiel lo son por razones de los numerosos Amigos residentes en Madrid y Daimiel a los que se les posibilita reunirse en acto tan significativo en recuerdo del Siervo de Dios. Sería deseable que en otro lugares donde residen Amigos, estos organizarán actos similares, por ejemplo en Sevilla, Valencia, Manzanares, Ciudad Real…etc.

– Oportunamente anunciaremos con detalle los actos que se preparan para recordar el 21 de septiembre de 1936. Este año, y para facilitar la asistencia de los Amigos admiradores de Ángel de Almadén los actos tendrán lugar durante el sábado 23 y consistirán, como ya viene siendo tradicional, por la mañana, en la visita al Cementerio de Almadén, al lugar donde reposan los restos mortales del Padre Ángel, traslado al lugar en la carretera de Almadén a Agudo donde se consumó el martirio, y por la tarde, Asamblea general de la Asociación de Amigos y finalmente a las ocho de esa misma tarde celebración de la Eucaristía, Pero de todo ello con el necesario detalle daremos cuenta más adelante.

Hasta entonces, pues. Que el ejemplo y la memoria del Padre Ángel os acompañe siempre.

21 de junio de 2017

Esta es la segunda circular informativa

Queridos amigos,

Como ya dimos cuenta en correo que os remitimos el 25 de mayo pasado nuestra Asociación de Amigos de Ángel de Almadén era hasta el pasado 4 de mayo una Asociación Parroquial adscrita a la Parroquia de Santa María de la Estrella de Almadén (Ciudad Real). Pero el pasado 4 de mayo el Sr Obispo de Ciudad Real, aprobó los Estatutos de la Asociación privada de fieles «Amigos del Siervo de Dios Ángel de Almadén» . Ello significa que la Asociación a partir de ese momento se rige por el canon establecido por la Iglesia para las Asociaciones de fieles que gozan de determinadas prerrogativas respecto a las parroquiales y que la distinguen de la asociación anterior que queda disuelta.

Por ello a partir de ahora se inicia una nueva etapa que parte de cero.

En primer lugar nos vemos en la necesidad de rehacer el cuerpo social es decir reconstruir la lista de los Amigos, para luego convocar una Asamblea General que designe una nueva Junta Directiva o confirme a la anterior. Esa Asamblea será convocada para la segunda decena de septiembre.

Para rehacer la lista de «Amigos» y dado que suponemos que todos a los que nos dirigimos reúnen las condiciones exigidas de mayoría de edad y de admiración y voluntad de imitación de las virtudes del Siervo de Dios Ángel de Almadén y aceptación de las normas de los Estatutos, se hace preciso que nos mandéis vuestra filiación completa, esto es: nombre y primero y segundo apellidos, lugar de residencia, con distrito postal, calle número, piso, puerta etc y los números de teléfono, (fijo y móvil) y correo electrónico en el caso de que dispusierais de otro diferente a este al que nos dirigimos. Por supuesto que los datos se aplicarán exclusivamente a los fines de la Asociación, tendrán la consideración de confidenciales, serán debidamente custodiados y no serán utilizados en ninguna otra actividad que no sea la de la propia Asociación, estando protegidos por la Ley de Protección de Datos. En cualquier momento un socio puede solicitar su supresión del Registro de la Asociación lo que conllevará su baja como Amigo en la Asociación.

Para que vuestra adhesión sea eficaz basta con «responder» a  este correo  con los datos reseñados y una vez que sean recibidos se acusará recibo de los mismos.

Esperamos una respuesta entusiasta para así poner en marcha la Asociación como un paso más en la espera de la Beatificación del Siervo de Dios cuya intercesión desde este momento ha de llenarnos de esperanza y confianza.

24 de mayo de 2017

Esta fue la primera circular informativa que se envió a los Amigos de los que entonces se tenía la dirección de correo electrónico. También se expuso en el cartel de Anuncios de la Parroquia de Almadén.

Queridos amigos, el 24 de mayo pasado, Festividad de la Sma. Virgen bajo la advocación de » Auxiliadora de los Cristianos», se ha recibido en la Parroquia de Almadén la decisión del Sr Obispo de Ciudad Real  aprobando  conforme disponen las disposiciones vigentes la Asociación Amigos del Siervo de Dios Ángel de Almadén.

Acompañamos los textos de la resolución y los Estatutos aprobados que sustituyen a los anteriores.

La «Asociación ….» así aprobada, una vez que haya sido registrada en los Ministerios de Justicia y de Hacienda adquiere plena personalidad jurídica para el cumplimiento de sus objetivos estatutarios y desde el punto de vista financiero, autonomía para su actividad que lo será sin ánimo de lucro. 

Se abre un tiempo nuevo al tiempo que progresa la elaboración de los documentos finales que han de presentarse en la Congregación para la Causa de los Santos para obtener la Beatificación del Siervo de Dios Ángel y de todos sus compañeros en la Causa.

En mensajes sucesivos daremos cuenta de los nuevos pasos en la organización interna para  plena vigencia a la nueva  Asociación.

Un cordial saludo.

José Ángel Jiménez Muñoz de Morales

FALLECIMIENTO DE JOSÉ ÁNGEL MUÑOZ DE MORALES JIMÉNEZ

El 15 de diciembre de 2020 falleció en su casa de Madrid José Ángel Jiménez Muñoz de Morales . José Ángel era natural de Almadén y sobrino carnal del Siervo de Dios, seguidor y devoto apasionado y miembro de nuestra Asociación desde el primer momento de su inicio. Para su viuda, su hija, nietos y demás familia la condolencia y el pesar de todos y nuestras oraciones por su eterno descanso. La situación actual con la Pandemia ocasionada por el 1coronavirus impide celebrar de inmediato el funeral. Se anunciará oportunamente cuando sea posible su celebración.

Teresa Muñoz de Morales, hermana de Ángel y madre de José Ángel y hermana del Siervo de Dios Ángel.
José Ángel con sus padres

Rogamos al Señor que acoja en su Seno a José Ángel y le depare el descanso y la vida eterna prometida a todos los que como él fueron hombres justos,