DIALOGO FICTICIO DEL PADRE ÁNGEL CON SU EJECUTOR
Así que eres un parásito, una sanguijuela, bueno, un cura que para el caso es lo mismo. ¿Disfrutas siendo “opio del pueblo” camarada cura? ¿Te regodeas dando sibilinos y lascivos consejitos a jovencitas, casadas y viudas? ¡Venga, camarada cura, cuéntame algo de lo que esas beatas te cuentan! Seguro que tú siendo tan jovencito y con esa carita de… ¡Ya me entiendes! Seguro que te decían que de pensamiento te comían. Jaja… ¿A que sí, camarada cura?
El padre Ángel no respondía. Su mirada no era brusca, ni daba señales de miedo o nerviosismo. Más parecía estar escuchando a alguien que estaba confesándose que a alguien que con burlas y sofisticada picardía le estuviese acusando de parásito y sanguijuela.
- Tú como todos los curas odias a la República, ¿no es cierto?
- Dios me pide que ame, no que odie. Cristo es mi Maestro y me manda que ame a los demás como le amo a Él.
- ¡Déjate de beaterías y responde! ¿Por qué odias a la República? ¿De qué partido eres?
- Ya he dicho que no odio a nadie. Tampoco soy de ningún partido. ¡Soy sólo de Cristo! Los cristianos siempre estamos a favor de los que aman y no odian.
- Y la República, ¿ama u odia?
- Usted que milita en un partido y se declara republicano lo sabrá mejor que yo. Yo respeto cualquier gobierno legalmente establecido que respete a todas las personas, sea o no de su ideología, como la Iglesia respeta a los que no son creyentes.
- ¡Tú eres un agente fascista! A los parásitos y… hay que aplastarlos como a las cucarachas. Te voy a dar un consejo, camarada cura. Creo que si quieres salvar la vida deberías colgar la sotana, renegar de la religión, coger un fusil e ir al frente a luchar como un buen ciudadano.
- ¿Me pides que sea un apóstata, un traidor a lo prometido a Cristo? ¿Te fiarías de un traidor?
- Según tengo entendido, entre la panda de tu Jesús, hubo un traidor, ¿no?
- Sí, fue judas, que terminó ahorcándose.
- Pero tú puedes renegar de la religión y ser listo. Salvas la vida, te buscas una mujer y vives como dios, jaja.
- En la Tierra, hoy por hoy, no está el Paraíso. Mi felicidad es y está en ser un buen sacerdote.
- ¿Y qué es ser un buen sacerdote, como tú dices?
- Poner las palabras de Cristo en los corazones de las personas. Administrar los sacramentos que son encuentros con Cristo. Enseñar a los niños que el amor es lo mejor, es el cimiento de convivencia y progreso.
- ¡Vaya con el cura camarada, tiene buen pico! Pero vosotros sois agentes de los explotadores ricos, que con bonitas palabras hacéis mansos a los trabajadores. ¡Sois puros manipuladores! El progreso es que todas las personas seamos iguales, ninguna por encima de otra.
- Tú estás por encima de mí. Por orden tuya estoy detenido. ¿Dónde está la igualdad? Si fuéramos iguales ni tú mandarías como mandan los poderosos y ricos, ni yo estaría aquí humillado como un pobre que aguanta las impertinencias de su amo o capataz por miedo a perder el pan de sus hijos.
- ¿Te sientes humillado por un par de os… que has recibido? ¿Te gustaría devolvérmelas?
- Jesucristo dice: “No devuelvas mal por mal, y a quien te pegue en una mejilla preséntale la otra”.
- Jaja… pues tú no me has presentado la otra… Jaja a la segunda que te he dado… has caído al suelo como un pelele. ¡Qué es lo que eres, un pelele!
¡Vosotros, llevaros a este fascista de mierda al calabozo! Mañana continuaré con él.
- ¿Sigues en la cerrazón de seguir en la superstición religiosa o colgarás esa sotana? ¡Has tenido horas para recapacitar!
- “Dijo Satanás a Jesús: Todos estos reinos te daré si me adoras”, pero el Señor no le adoró. Fue fiel a la misión que Dios le había encomendado. El Señor me indica el camino que yo he de recorrer.
- Jaja… ¡Me comparas con Satanás! Jaja… ¡Yo soy más que Satanás! Pues él no pudo hacer nada con ese tal Jesús, pero yo sí puedo pisarte como asquerosa cucaracha- Desde humillarte hasta pegarte un tiro entre las cejas.
- A fuego de amor divino grabó Jesucristo en mi corazón el día de mi ordenación mi fidelidad a Él, y con su ayuda le seré fiel.
Aunque usted decía ayer que ahora todos somos iguales y me llama camarada, nada de eso es verdad. Usted se siente superior a mí, con poder para maltratarme y quitarme la vida. ¿Quién le ha dado ese poder? ¿Unas ideas? ¿Un hombre como usted? Yo soy sacerdote y si perdono pecados es en nombre y poder de Cristo Sumo y eterno Sacerdote. ¡Sólo Dios tiene poder sobre todo hombre, sobre cualquier hombre!
- Y si yo me lío a os.. contigo ahora mismo ¿qué hará tu Dios por ti o como me va a castigar por eso a mí?
- Dios ama, no castiga. Usted mismo se auto-castigará mientras viva, soñando y recordando que abofeteó, humilló, asesinó a hombres inocentes. Le sucederá como cuando nos golpeamos. Al principio, en caliente, no sentimos nada, pero luego…
- Jaja… ¿Crees que tendré remordimientos por limpiar la sociedad de fascistas? ¡Los miembros podridos hay que amputarlos! Es por el bien del resto del cuerpo.
- Y los miembros podridos son todos los que no piensan como usted. Y si mañana mandan otros de ideas distintas a las de usted, ¿estarán en su derecho, siguiendo su ejemplo, de considerarlos miembros podridos que hay que eliminar? El más fuerte no es el que ejerce la violencia o tiene el poder de las armas, sino el que más ama y da ejemplo de convivencia pacífica.
La grandeza de una persona está en sus obras. Las flores exhalan su perfume a todos los hombres sin reclamar nada. Quien pretende construir para sí mismo, es un egoísta. Yo no soy sacerdote para mí, ni por ambición alguna, ni siquiera para mi salvación. ¿Qué soy yo sin la gracia divina? Nada. ¿Puedo salvarme yo sin ofrecer a los demás un ejemplo y un camino de salvación? No. ¿De dónde cojo yo el ejemplo y el camino de Salvación? De Jesucristo.
Tarde o temprano, todos, creyentes y ateos, de todas las ideologías, estaremos frente al Señor y cada persona examinará ante Él qué ha hecho con su vida y qué hemos hecho con la vida de los demás. Dios mirará nuestra vida, la contemplará con ojos de Padre, ante los pecados personales, su indulgencia será infinita, pero, pero, ¿qué sucederá con el mal que hemos infligido a los demás, a los inocentes, sabiendo que lo son? ¿Qué hará Dios ante el clamor de esos inocentes que pidan justicia?
- Jaja… ¡Iremos al infierno! Ahórrate tus cuentecitos. El infierno son las desigualdades sociales, desigualdades de toda índole.
- Usted está desayunando muy bien, yo llevo sin comer un día y una noche por mandato de usted. ¿Es a esto a lo que usted llama infierno? ¿Yo soy la víctima inocente y usted el verdugo injusto?
- ¿También por esto tu Dios me castigará? Si te pego un tiro, cuando yo muera y esté ante el hechicero a quien tú llamas Dios, ¿le pedirás justicia? ¿Le pedirás que me haga sufrir por todo lo malo que yo haya hecho?
- Nadie que va al cielo reclama justicia. El gozo de estar con Dios es tan inmenso que se considera infinitamente compensado por todo lo sufrido. La justicia del Cielo es el amor. Si usted en algún momento me pega un tiro, mis últimos pensamientos será decirle a Dios, como Cristo nos enseñó desde la Cruz, “perdónalo”, yo lo perdono.
- El catolicismo será barrido de la tierra.
- Eso es lo que pensaron al crucificar a Cristo: “Dándole muerte todo terminará”, pero Cristo sigue presente después de casi dos mil años. Su promesa es que acompañará a sus discípulos hasta la consumación del mundo.
- ¡Llevároslo al calabozo, me está jodiendo el desayuno! ¡Hay que terminar con todos los curas!
- Usted representa el papel que han escrito otros.
- ¿Y los curas no?
- Los curas, como los buenos cristianos, intentamos vivir la vida que Dios ha pensado para cada uno de nosotros. No somos actores ni nos ajustamos a ningún guion que haya escrito ningún hombre, ningún partido, ninguna ideología.
- Aun habiendo salido de las manos de Dios, aun siendo criaturas suyas, gozamos de total libertad, de tal libertad que le podemos injuriar miles de veces, rechazarle, revelarnos contra Él y al mínimo arrepentimiento Él viene y nos abraza como si saliéramos de nuevas de sus manos. ¿Usted, su partido, son así de indulgentes? ¿Dan esa libertad a sus camaradas? Dios quiere hijos, no súbditos y un padre siempre quiere lo mejor para sus hijos y siempre termina perdonándolos. ¡Donde no hay libertad no hay amor y sí esclavitud!
- ¡Los sacrificios de hoy son necesarios para la sociedad justa de mañana!
- Vaya, nos acusan a los curas de que engañamos predicando que los sacrificios y padecimientos que sufrimos en la tierra nos lo compensará Dios en el Cielo y resulta que usted dice lo mismo con el agravante de que los que se sacrifica aquí en la tierra hoy no gozarán nada en el futuro, porque no creen en la Vida Eterna y si algunos les dice que él no quiere sacrificarse por los que gozarán de sus sacrificios dentro de 20 o 40 años, ¿los fusilan? Los curas ofrecemos la vida eterna a los que se esfuerzan aquí en la tierra por hacer un mundo mejor, usted no les ofrece nada.
- ¡La vida eterna es una quimera! ¡Es una farsa! ¿Qué muerto ha venido a decir que es verdad?
- Jesucristo resucitó. Pero, aun rechazándolo, ¿quién les garantiza a los que ahora se sacrifican en pro de una sociedad diseñada por ustedes, que eso será verdad en el futuro? Si usted no cree en lo que pasó en el pasado teniendo documentos que lo acreditan, ¿cómo puede creer lo que será en el futuro? El pasado está escrito, el futuro está por escribir. ¿No creen en el Paraíso creado por ¨Dios, no creen en lo predicado y hecho por Jesucristo que se ofreció para salvarnos; y creen en un paraíso que ustedes van a crear humillando y asesinando? Los paraísos se crean amando, no matando.
- ¡Los paraísos se crean arrancando de cuajo, de raíz, la mala hierba! ¡Y los curas son de la peor clase!
- ¡Ustedes el trigo y nosotros la cizaña! Jesús dijo a los suyos que las dejaran crecer juntas, que ya llegaría el juicio final, tiempo de separarlos. ¿Qué hombre puede decir, sin error, qué hombres son trigo y qué hombres son cizaña? Para usted son cizaña los que no piensan como usted piensa. Para ellos la cizaña es usted. ¿Tienen derecho a asesinarlo?
- Ustedes no han hecho nada por la sociedad. Hay hambre mientras otros no tiene para comer. ¿Le parece justo?
- Me parece tan injusto como puede parecerle a usted o quizás más.
- ¿Por qué más?
- Porque en los que sufren y pasan hambre yo veo además de una persona, a Cristo sufriendo y pasando hambre y usted sólo v e a un hombre. Yo veo las dos caras de cada persona, usted sólo ve una. Yo lanzo mensajes evangélicos de paz, dignidad y de amor; usted, con pistola en mano, lanza mítines y eslóganes con palabras que son ácido corrosivo.
- Me observa usted igual que un ave carroñera lo haría con su presa. ¿Crees que me vas a doblegar por tu mirada amenazante? Los hombres pueden matar el Cuerpo, pero no el alma. Todo el hombre entero es de Dios, pero el alma en especial. Psicológico y físicamente me podrás arruinar, triturar como lo hace la piedra del molino con la aceituna, pero mi fidelidad a Cristo… “¡Todo lo puedo en Aquel que me conforta!”
- ¿Te sientes ave apresada por mí? No me importa que me llames “ave carroñera” con tal que pueda limpiar la sociedad de aves-curas.
Y sin más descargó un puñetazo sobre la mejilla izquierda del Padre Ángel, a la vez que decía con sorna:
- ¡Se valiente y ofréceselo a tu Dios!
El Padre Ángel le miró con tierna tristeza y de sus ojos salían lágrimas. El ave carroñera picoteaba a su presa como los buitres picotean al ave caída y herida.
- Ya ha empezado usted asesinarme.
- ¡Qué lástima! Podrías ser un buen camarada si colgaras la sotana y te liberases del opio religioso que te metieron en el seminario.
- ¿Liberarme? Me siento libre. ¿Quiere que me apartarte de Dios, de Cristo, de la Iglesia… para esclavizarme con una ideología que para imponerse asesina?
- ¡Vas a morir en un par de horas!
- ¡Lo sé! Pero no le temo a la muerte. Amo la vida, soy joven, no soy santo, no me vais a dejar tiempo para serlo. Pero moriré, con la gracia de Dios, sin amargura y espero que perdonando como Cristo.
La vida es hermosa, pero… a veces es como esas pompas de jabón, que se revientan y se convierten en diminutas formas deslumbrantes, como arco iris en diminuto.
Le pido a Dios que os perdone pues el mío ya lo tenéis de todo corazón.
Y en voz baja comenzó a recitar:
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa bondad lava mis culpas… Hazme sentir el gozo y la alegría, y exultarán mis huesos quebrantados…
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, renuévame por dentro con un espíritu inquebrantable; Líbrame de la muerte eterna, Dios, Salvador mío…
Y antes de recibir los disparos, sus labios seguían recitando salmos:
“Qué alegría cuando me dijeron,
vamos a la casa del Señor.
Ya están pisando nuestros pies,
tus umbrales, Jerusalén…”
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